poemas // selección
Dame esa palabra que haga brotar calostro de las
piedras
mientras tanto no decir nada
seguir en penumbra
hasta que alguien me llore dentro y tenga que
escribir
para darle consuelo
Se estampó el espanto en tus ojos,
en la cal viva
ya muerta del patio.
Luego, los pájaros callaron.
¿Cómo arrancarse ahora lo visto,
desenquistar el filo que lanzaron a tus sienes:
esos compases del asombro latiendo
toda una vida de golpe?
De sien a sien
la extensión del espanto,
de sien a sien estallaron
los pétalos en la diáspora
del perfume, de la infancia:
esa maquinaria blanca
para el desguace.
Atrás quedan el humo y el árbol.
Karuna
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I
para ver algo más que caracoles vacíos
el declinar perpetuo de la savia y la sangre
la caída de todos los cabellos
y frutos
habrá que hundir las manos
en tu corazón primero
subvertir los átomos
abrir las aguas
ver con tus ojos
prados más allá de la frente
en pértigas de compasión
traspasar la espesura de lo visible
la ilusión
de lo separado
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II
ser al fin sin cauce
sólo desmemoriada agua de la piedra
que la engendró en la cumbre
compasión de la arena en la que
la piedra disuelve su recuerdo de la altura
sólo contigo
fondo solo
​
​
III
girar de otra forma,
estremecer las omisiones:
esas piedras orbitando el corazón
estrellas muertas
capturadas por la tibieza en declive
de los cuerpos
resquebrajar las compuertas
dejarse anegar
ahora las cortezas mojadas
pueden arder bajo el corazón de los muertos
el fruto dejarse caer de su gravidez de azúcar
al suelo
prematuro
el árbol llorar su altura
junto al pájaro derribado
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*Karuna es un vocablo sánscrito que se traduce como acción compasiva
o acción emprendida para disminuir el sufrimiento ajeno
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En cada pecho hay un sol sepultado,
con su pulsación clandestina,
su madriguera de temblores
y una confesión de sobrevida
en los labios.
En cada pecho, una rotura,
hueco para alojar la verdad
que no soportarían los ojos:
el aleteo de un pájaro lacerado
sostiene el mundo.
[El corazón]
Viaje adentro, al fondo, a ese barro primero
solícito para las manos, los algodones
tendidos en coincidencia con la herida.
Lo blando: refugio de las aristas
que nos duelen.
Viaje por los corredores
de la sangre, el andamiaje de calcio
que nos alza en rebeldía incesante
ante la gravedad.
Para ser polvo encendido en la frente
de algún dios, reconciliación
de puntos cardinales, fervor
que nos eleva a esa colina
desde donde podemos ver
la infancia que nos aguarda.
[Viaje adentro]
Porque el agua se me fuga
y yo - pura sed- soy un zahorí
que remata sus varas.
Porque las palabras regresan de un viejo abuso
y ya no tienen fuerzas para escalar los labios.
Tendré que invocar una caída
en el umbral mismo del verbo
con la fe de todas las manzanas.
Saltar muy dentro, libre
al fondo de las cosas, deshabitar
la memoria, su ciudadela
adoquinada, su lacre, los arquetipos
rotos en las esquinas
ofreciéndome su cuerpo.
Dejar de buscar advientos
en el pan de ayer, las migas con que solía
despilfarrar el hambre, sacudir las cortezas
que ya no pueden recordar su savia.
No bastará con la poesía:
habrá que tener además
los huesos livianos de los pájaros.
[El salto]